lunes, 11 de febrero de 2008

TELÉMACO (microrrelato)





No conozco a mi padre, se fue cuando era muy niño, por lo que solo conservo el recuerdo de su aroma y sus historias contadas por su voz fuerte y grave que me hacía quedar dormido en la cuna.
Cuando era chico, varias veces le preguntaba a mi madre que por qué nos abandonó y siempre me esquivaba saltando con otro tema. Después de tantas preguntas sin respuestas, me dijo la verdad, y era que mi padre era un gran rey fiel a su país por lo que tuvo partir a Troya. Tras oír esto le pregunté que por qué fue fiel a Grecia y no a nosotros que éramos su familia. Dicho esto me desvió su mirada y continuó tejiendo el mismo tapiz que todos los días tejía, mientras al mismo tiempo una lágrima de sus ojos caía. No necesitaba ninguna respuesta, pues el rostro de mi madre lo decía todo.
Cuando tenía una cierta edad yo mismo me propuse cuidar de mi madre y de todas las funciones que un buen esposo debía hacer, tanto en la protección y en el amor como en lo adquisitivo. Cuando camino por la calle mucha gente me admira por ser el hijo de Ulises pero para mí es una humillación. Nunca olvidaré y perdonaré aquel hombre que se hizo llamar Ulises y dejó abandonada a una familia.
Después de una intensa jornada laboral me dirigí a mi casa. Cuando entré divisé a un señor robusto con barba y con el pelo largo y descuidado sentado en el sofá sosteniendo un vaso de agua en una de sus manos. -¡Telémaco!-exclamó mi madre. –Mamá ¿Quién es ese vagabundo que está sentado en mi sofá? –Se hace llamar Odiseo y acaba de llegar a Grecia para buscar trabajo. Viene de Troya y dice que era muy amigo de tu padre. Entonces le he ofrecido cobijo y un trabajo ya que necesitamos a alguien que nos construya un establo, dado que el que tenemos ya está viejo y estropeado, y mientras tanto dormirá en la habitación de arriba.
No me lo podía creer mi madre había recogido en nuestra casa a un vagabundo por el solo hecho de haber convivido con mi padre en estos últimos años.
Al día siguiente él y yo fuimos a comprar madera para el establo. Esta vez estaba más presentable, ya que se había aseado y cortado el pelo y la barba. Cuando fuimos a pagar la madera, la dependienta me dijo -¿oye tu padre si que sabes elegir buena madera eh…? Ha hecho una buena elección. Yo, exhaustado, le contesté que el hombre que me acompañaba no era mi padre. La señora me pidió disculpa pues decía que había cierto parecido entre nosotros, y que por eso había deducido esa conclusión.
Pasaban las semanas y la relación entre él y yo crecía, y no solo eso sino que llegó a saber mis más íntimos secretos, puesto que me prestaba toda su confianza y atención. Se había convertido en la persona que más apreciaba después de mi madre, ya que siempre tenía su apoyo. Además, a mi madre le habían diagnosticado una enfermad muy grave y él siempre estaba ahí con nosotros.
Un día mi madre me citó en su habitación y me dijo: –Cariño hay algo que debes saber y creo que soy la persona más adecuada para decírtelo. Hijo mío, la persona con quien a convivido estos últimos días es Ulises, tu padre.
Cuando oí esto me quedé paralizado y anonadado, pues no podía creer que la persona que tanto había odiado era la misma persona que más había apreciado y con la que más me había encariñado.
Nunca supe si mi madre lo supo desde un principio o no. Yo creo que sí, pero… ¿Por qué no me lo dijo? ¿Por miedo a que no lo aceptaría?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, más que microrrelato es un relato, dada su extensión. Está bastante bien la ficción. Les pido que firmen sus relatos para saber cuál es de David y cuál de Javier. Un saludo y sigan trabajando. Ricardo.

Anónimo dijo...

weno este relato es de javier y el cortito es el mio..xao.saludos